MÁLAGA, España - Cinco horas antes del inicio de la competencia, la noticia más esperada se filtró. Rafa Nadal disputaría el primer partido de la eliminatoria de cuartos frente a Países Bajos. Emoción e ilusión a partes iguales pero también responsabilidad por no decepcionar a una afición española que lo idolatra y que llegó al Martín Carpena de Málaga desde todos los puntos del país para contemplar un amargo final.
Veinte años después de su debut en 2004, Rafa Nadal dice adiós a una trayectoria profesional jalonada de éxitos en la Copa Davis, una competición que ya ganó aquel año en Sevilla. Ésta vez lo hace en otra ciudad andaluza, Málaga, que desde el primer momento se ha rendido a su inigualable magnetismo.
El tenista balear, con dos oros olímpicos y 92 títulos en su palmarés, veintidós de ellos Grand Slams (14 Roland Garros, 2 Abiertos de Australia, 4 Abiertos de Estados Unidos y 2 Wimbledon), abrió la eliminatoria de cuartos de final de la Copa Davis ante Países Bajos. Lo hizo ante Botic van de Zandschulp, en un duelo en el que nunca se le vio cómodo, cometió errores en el primer set que le fueron minando y acabó superado por un rival que encontró fácil sus puntos débiles. Al final, 6-4 y 6-4 en una hora y cincuenta y dos minutos.
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Este partido de Rafa Nadal en el Martín Carpena fue el primero individual en casi tres meses, desde el 29 de julio, cuando perdió con el serbio Novak Djokovic en segunda ronda de los Juegos Olímpicos de París. Dos días después de aquel fatídico día, el 31 de julio, también se despidió de la capital francesa, esa que tan buenos momentos le ha dado, perdiendo junto a Carlos Alcaraz en el dobles de los Juegos ante los estadounidenses Austin Krajicek y Rajeev Ram.
En Málaga, con una afición entregada y rodeado de su familia y cuerpo técnico al completo en uno de los fondos, aunque sin Novak Djokovic, que había prometido estar en la grada pero no pudo, Nadal vivió un día especial para el que se venía preparando semanas.
A la ciudad andaluza llegó cinco días antes del estreno, un tiempo suficiente para irse concienciando de su despedida y para tomar el pulso a la pista del Martín Carpena, que probó antes del debut junto al australiano Alex de Miñaur y su compañero y amigo Carlos Alcaraz. En los entrenamientos demostró un buen nivel y mucha concentración. Era su despedida y nada debía salir mal.
Para ello el recinto y los alrededores se engalanaron de fiesta y de agradecimiento. "Gracias, Rafa", se pudo leer sobre una enorme lona azul en una de las fachadas del estadio Ciudad de Málaga, aledaño al Martín Carpena.
La expectación por el partido de Nadal, con la incógnita por saber si sería el último o habría alguno más, desbordó las previsiones. El recinto se llenó con sus 10,700 butacas, pese a ser un martes laborable a las cinco de la tarde, y desde días anteriores y hasta unos minutos antes del encuentro funcionó la reventa con precios desorbitados a varios miles de euros por la eliminatoria.
La entrada en pista de Nadal fue por todo lo grande. Aplausos sin cesar, la afición coreando su nombre y el balear con ojos vidriosos y visiblemente emocionado durante el himno nacional.
La tarde prometía emociones y no defraudó. Fueron constantes los cánticos de "Vamos Rafa" y "sí se puede" desde todas partes del pabellón pero no era el día de Nadal. El tenista neerlandés de 29 años, nueve menos que él, se despachó a gusto y acabó ganando el partido.
Nadal se resignó a la derrota pero antes de marcharse a los vestuarios, y con la afición entregada, se acercó al centro de la pista, abrió los brazos y agradeció a los asistentes su apoyo. También dijo adiós. Lo hizo emocionado y convertido en "eterno", como le dijo algún aficionado en uno de esos silencios entre saque y saque.