Se enfrentan a lo que sea, literalmente. No les importa si se accidentan o no, lo que vale es ganar el sustento de los suyos con varias horas de trabajo.
Estos son los jornaleros, quienes en su mayoría son inmigrantes indocumentados, que buscan trabajar de forma honrada en la industria de la construcción para poder mantener a sus familias y así mismo.
Telemundo 62 Investiga se adentró en el diario vivir de algunos de éstos, entre ellos cuatro guatemaltecos y un mexicano, quienes no titubean a la hora de aceptar un trabajo por jornada si es que les ofrecen dinero. Lo terrible de todo esto es que en ocasiones les venden sueños de una paga que nunca les entregan o los contratan bajo riesgos, que desconocen, y terminan accidentándose quedándose sin nada.
Francisco, quien no quiso develar su apellido, es un trabajador de Guatemala. Lleva en la industria de la construcción en Filadelfia 13 años y no importa las condiciones del tiempo o su estado de salud todas las mañanas sale de su casa a buscar el jornal. Seleccionó un centro comercial al norte de la ciudad donde se desarrolla esta economía subterránea. Allí consigue contrataciones y queda en él aceptar los términos o seguir con la incertidumbre de si “hay trabajo o no”.
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“Yo no vine aquí a buscar problemas, vine por el futuro de mis hijos”, dijo de primera instancia el trabajador quien tiene seis vástagos, dos de ellos fallecidos. “No vine a hacerme rico a este país sino a salir de la mendiga pobreza con trabajo”.
Aseguró que la incertidumbre de conseguir empleo, de la manera en que lo solicita, es tanta que quiere regresarse a su natal Guatemala. Hasta el momento no lo ha hecho debido a que aseguró que se le venció el pasaporte y tiene que gestionar una renovación del documento.
El al igual que otros trabajadores se reúnen en un mismo lugar para alardear de sus habilidades y conseguirse el jornal. No cuentan con equipo protector ni representantes, por eso cuando se lastiman en el trabajo la vida les da un giro total. Ese fue el caso del mexicano Salvador Flores.
EEUU
“El mexicano no se raja y lo digo a mucha honra”, sostuvo Flores al tiempo que relató que fue de los primeros jornaleros en aglomerarse en el mentado centro comercial en busca de trabajo y desde que se accidentó vaga por el sector para “ver a los amigos”. No tiene casa, es indigente y le da vergüenza regresar a su natal México debido a que está en silla de ruedas con un golpe que recibió laborando en una de las piernas.
“Me inicie aquí… antes no había todo esto. Creo que me di un mal golpe y no me lo sobé”, mencionó al tiempo que reiteró que “yo era el número uno. Trabajaba en todo… demoliendo casas, sacando basura, piedra y hasta haciendo ventanas”.
Flores depende de la limosna de terceros para sobrevivir. Duerme en un parque cercano y se alimenta con la caridad de otros. “Donde quiera me conocen”, agregó. El también paso malas experiencias en el trabajo cuando aceptó una “mudanza” en horas de la tarde cuando lo despojaron de su dinero y lo dejaron varado en una zona desconocida. “Me tuve que regresar caminando”.
Lo cierto es que la mayoría de estos trabajadores no conocen que tienen derechos pese a su estado migratorio. La organización Philaposh ofrece entrenamientos bajo el sistema OSHA en un afán por crear conciencia entre los jornaleros en Pensilvania y Nueva Jersey.
El programa conlleva un costo e incluye a los contratistas o empleadores.
Emilio García Castro, Coordinador de entrenamiento para PhilaPosh, explicó que los trabajadores tienen derecho a un lugar seguro de trabajo, a reportar un accidente, a entrenamiento y a recibir atención médica en caso de un golpe.
“Una tercera parte de las fatalidades en el área de trabajo tiene que ver con ‘deslizos’, caídas y tropiezos”, destacó García Castro. “El contratista debe de proveer equipo contra caída o EPP (Equipo de Protección Personal)… y como te dije es la ley. Si conoces que tienes derechos creo que tienes el 50% de la batalla gana”.
Sin embargo decenas de estos trabajadores de la industria de la construcción desconocen este procedimiento y se adentran en el clandestinaje por miedo a ser reportados a las autoridades migratorias, por sus siglas en ingles ICE. “Yeah… es triste y si es personal… lo es… yo odio ver cuando no saben trabajar, no saben protegerse, yo odio verlos, pero que podemos hacer. El Municipio debiera tener más representantes para ayudar a estas personas”, comentó García Castro.
Fue más allá al explicar que si bien el salario mínimo es de $7.25 la hora para un trabajador regular, los diestros, que son los que conocen una tarea específica dentro de la construcción, deben ser remunerados de otra manera. “Pintura sé que paga un poquito menos… pero si es carpintería si es un diestro, un obrero, debe recibir al menos $150 dólares al día basado en 8 horas no diez o 16”, dijo al recalcar que si les pagan menos o el mínimo “es un insulto… una bofetada… pude irse a lavar platos y recibir lo mismo y no se da un golpe”.
No todos los contratistas en la región emplean trabajadores de forma clandestina. Hay los que optan por regularse y entrenar a su equipo para cumplir con la ley pagando seguros y entrenando a sus empleados.
“Es bastante costoso, pero vale la pena porque te protege a ti y protege al trabajador también. Te puede salir en unos $40 a $50 mil, todo depende”, destacó Pedro Palmer propietario de palmer Construction.